«Camino de Otoño» es un título polisémico. Por un lado, un periplo sobre un paisaje cubierto de hojas, de calma, un paseo hecho de otoño. Por otro, una estación de destino; un amplio salón al que llegamos, tarde o temprano, si la vida no lo remedia para observar como los rabiones de la sangre se van remansando. Una estación de paisajes ondulados, sin aristas. Sensuales. Pero, inevitablemente, esa sensualidad alimenta el eterno ciclo de la vida y el remanso imaginado se nos presentan como otro paso renovado y lleno de contradicciones en el camino de nuestra existencia. Así, lo que fue un destino imaginado en un escenario otoñal, un camino lleno de otoño que nos remite al otoño vital, se rebela contra la suposición del caminante y se revela como un camino renovado hacia otra primavera.