El autor responde a su concepción del mundo y sus cosas y siguen los pasos de su poesía. Se olvida, como León Felipe dijera “de la rima, el metro, la cadencia…” y no le importa “herir” o “aventar” a las palabras, como hace en los restos del Romancero, para buscar algo diferente. Se trata, sin embargo, de un espejismo. Siempre ha buscado lo que hay detrás: la emoción, la poesía desnuda, un segundo antes de nacer, para lo que querría evitar hasta las palabras, sin conseguir-lo, enredándose con ellas. En esta obra nos explica y muestra sus hallazgos en su camino hacia el interior de lo vital, el mundo, el hombre y lo más peculiar y prototípico que se encuentra. Es un libro rabiosamente actual para disfrutarlo y digerirlo.