En el marco temporal de la primera guerra carlista, el abad de una vieja y venida a menos abadía del Pirineo, se enfrenta a las más variadas y comprometidas situaciones dentro y fuera de su monasterio.
Ya en el ocaso de su vida, repasa su trayectoria en unas “Confesiones” sin destinatario definido, tal vez con intención de recordar sus actos para comprobar cual es su estado de amistad con Dios; no tanto por sus actos particulares, como los que le afectan en función a sus responsabilidades como abad.
En sus páginas desfila todo un universo de personajes, cada uno con su carga de pecados y virtudes, deseos, frustraciones y sentimientos.
Como obra destacan: su claridad, sobriedad, la humanidad de sus personajes y todo ello, de la primera a la última página, envuelto en ironía siempre tenue y en ocasiones casi desvanecida.
Como sucede con los buenos vinos que tienen infinidad de matices según el paladar que los deguste, también esta obra los tiene. Al que menos, le divertirá.