EL PADRE DESNUDADO, de Ramón Serrano, es una novela coral en la que tres voces cuentan los avatares de los últimos meses de la Guerra Civil española, el exilio a Francia, en el campo de concentración de Argelers sur Mer y, después, en otro campo franquista en Málaga.
Se trata de una novela que navega entre la ficción y la biografía familiar del autor, cuyas voces se van alternando para contar los crueles y penosos años del primer franquismo, las dificultades económicas de la familia, la degradación de los vencidos, y la abulia e indiferencia que hacen mella en el padre protagonista en tanto el hijo, Ramón, intenta abrirse camino entre la supervivencia y el éxito profesional.
Una serie de acontecimientos se irán concatenando para que de un padre que quedó desnudo en la memoria del niño, mientras hervían sus ropas antes de partir para el exilio, pase a ser un padre desnudado y aparezca con todas las debilidades y fracasos de un hombre vencido. La novela termina, una vez muerto el dictador, con la aprobación de la Constitución tras tres años de una Transición difícil y cruenta.
5 comentarios en “El padre desnudado – Ramón Serrano”
Valentin Martin
Nadie ha escrito la liturgia del fracaso como Ramón Serrano, nadie. Ha disparado sobre el padre vencido, el padre desnudo, con la ametralladora de palabras de la abuela, en el trasfondo de un temblor de fusiles y banderas rojinegras, que no le abandonará ya nunca desde la primera bomba, ay aquel obús italiano maldito sea.
A Ramón Serrano siempre le fascinó el Delta y beber carolos nocturnos. Ahora está aquí conmigo en una novela espléndidamente editada y escrita con el oficio directo y dinámico de quien vivió de escribir y de lo que otros escribían, y sabe que uno no está seguro de si lo que recuerda lo vivió o se lo contaron. Lo que se dice una novela muy vivida entre la ficción y el retrato biográfico de una familia. En medio de ella y yo, un viaje desde el desencanto y la abulia al exilio pasando por un campo de concentración francés y otro franquista. Este es el fogonazo del paisaje humano que se encabrita o camina apaciguado para los dos.
Quizás fue muy pronto cuando Ramón aprendió a olfatear el olor a goma quemada y la luz mezquina.
-¿Qué ropa me pongo, madre?
Y esto dice un hombre que se va al exilio cruzando montañas. Hay un hilo rotundo entre ese hombre que un día se fue a la guerra para acabarla, y una abuela que lava al hijo para limpiar la piel que ya es la piel de un soldado. A Ramón le pesa en la memoria esto, y una noche con velas, bombas, y una vecina espiritista. Hay recuerdos que se agarran y duran hasta casi un siglo, que tienen vida más allá de las exclamaciones de un abuelo que siempre está cagándose en algo y que es muy cariñoso con los niños. Como la ceremonia de purificación del padre o la seguridad de que la guerra siempre es sucia.
Ramón Serrano en el mundo literario y periodístico ha hecho de todo, menos trampas. No estamos ante un recién llegado sino ante un hombre con historia y biografía de tinta y papel (su primer libro se publicó hace 60 años). Por eso no se extraña su manejo certero del lenguaje en una construcción literaria que pone al servicio esta vez de la narrativa, sin desdeñar sus poemas diarios que a veces son uno más uno.
He leído la novela con la devoción discreta de los asombros personales. Y enseguida he avisado a mi santa de que tiene que hacer un sitio para ella en su voracidad lectora.
El olor del miedo es insoportable. Esto lo sospecha Ramón, yo lo sé. Pero ha pasado el tiempo por Ramón y no hay en él cariño o admiración, tampoco rencor. Y es en ese preciso instante donde yo soy Ramón, cualquier lector puede ser Ramón. Y no debe descuidarse en ser Ramón, porque Ramón conoce la ruta de los sentimientos.
Llega el momento en que Ramón se sale del libro. Y aparece un narrador acostumbrado a una prosa como un río limpio y tranquilo, donde la tierra llana. De vez en cuando aparece la lucidez de Ramón como un derrame de luz sobre la historia, nuestra historia. Cuando miles de hombres dejan de ser soldados para ser prisioneros, habría que preguntarse por qué las columnas de los sublevados avanzaban muy despacio detrás de ellos. Medio millón de españoles fueron un problema para Francia. Franco no quería añadir ese problema, pronto se vio que no daba abasto fusilando 10 españoles diarios durante 10 años. Esto último no lo dice Ramón, se deduce de una sola línea que no puede pasar de largo para el lector omnívoro.
Luego, el libro ya avanza escrito a dos voces, la del padre y la del hijo. Concuerdan esas voces porque son el niño y el hombre viajando por la memoria sin tocarse, pero avisando el uno al otro de que hay que repartir los turnos. Los dos están de acuerdo: tanto en la felicidad como en la miseria aparece siempre la crueldad del ser humano.
El libro es un documental que hace presente al pasado. Y no es casualidad que Ramón Serrano, para terminar, acuda a esa oda al padre de Antígona. Una oración por el padre ayer desnudo. Cantó el gallo una vez, no hace falta que cante dos veces. Todo lo absoluto que se puede ser está aquí en “El padre desnudado”. Valentin Martin.
Los que nacimos en la década de los 50 del pasado siglo podemos ser definidos como los últimos niños de la posguerra.
Mi generación vino a un mundo inhóspito, feo, tristemente silencioso, huidizo y temeroso… Pero muchos de aquella generación no tuvimos conciencia de la realidad hasta pasados algunos años, cuando las afueras ya señalaban desigualdades terribles que nunca llegábamos a comprender el porqué…
En cambio, los nacidos en los años 30 de aquel pasado siglo, los llamados niños de la guerra, pronto supieron el porqué de aquellas desigualdades…
Ramón Serrano Balasch es uno de aquellos niños de la guerra que tengo la fortuna de poder leer a diario en las redes sociales. Y ha publicado una novela que lleva por título EL PADRE DESNUDADO, una necesaria novela donde la ficción y la realidad van de la mano. Y es que, como ha dicho Luis Landero, “hasta la fantasía tiene su casa en la memoria”. Es más, sostengo que la realidad es tan compleja, tan diversa según quien la viva, que sólo la ficción la puede reflejar. La realidad está en un rango superior a toda ficción, tanto que una ficción sólo es una visión de aquella realidad que habita desfigurada y sesgada en nuestra memoria. Y es memoria porque el presente, la realidad es tan efímera que un segundo después ya es pasado, es decir, memoria si se recupera aquel instante… Llevada a su máxima altura, la historia sólo es ficción de una realidad que fue diversa según el historiador que la relata…
Pues bien, la novela de Ramón Serrano es una ficción de toda una vida familiar desde aquel año que vino al mundo hasta nuestros días, con la figura del padre como elemento central de la novela. Una novela, como digo, ficcionada hasta una sublime realidad reconstruida con testimonios propios y ajenos en su desarrollo coral y que configura el relato escrito con la limpieza de un lenguaje justo y necesario sin concesiones a lo ajeno de contar una historia, una vida —unas vidas— plena y repleta de honestidad personal y profesional…
Mantengo desde hace años que faltan testimonios sobre la guerra y la primera posguerra. La maldita manía de los vencedores en no reconciliarse de verdad con los perdedores, la inexplicable actitud de la derecha política española, han hecho de nuestra historia más reciente un asunto del que mejor no hablar, tapar antes de superar uno de los pasajes más tristes de nuestra historia como nación, como país, como Estado… Y es que sólo sabiendo con rigor lo ocurrido, sin rencores, podremos superar el pasado y no olvidarlo para no repetirlo… Por eso es inadmisible ver cómo el espacio público español de hoy en día siga anclado en la crispación, la falta de consensos y el disparate; como cuando entonces y aquel espacio llevó a un Golpe de Estado, a una guerra civil y a una larguísima dictadura…
El libro de Ramón Serrano viene, pues, también a restituir parte de aquella realidad que se quiere seguir tapando para no reconocer errores de todos…
P.D. Siempre he pensado que mi generación tuvo una terrible infancia y juventud; pero al cabo, nunca perdimos la esperanza de que habría un futuro mejor… Mi solidaridad para con aquella generación de Ramón Serrano, los niños de la guerra, que sí que de verdad sufrieron como nadie el terror de la maldad humana, el exilio, la cárcel, la miseria, la guerra y la más cruel condición humana: el odio… Y mi alegría infinita por ser amigo del autor que ha vivido una vida dedicada a la comunicación, a la edición y a la literatura, habiendo podido conocer y tratar a tanto talento de la literatura española de la posguerra y la transición política… Lean este libro, un libro necesario…
Enhorabuena, querido Ramón…
LA OTRA BARCELONA. Barcelona al descubierto. Barcelona en carne viva. La savia (vitalidad)de toda una vida anovelada, llena de valor, de dolor amor y nobleza, necesaria para completar la historia siempre narrada a medias. Que se lee de un tirón en un solo día; digna y tan bien narrada; fácil y necesaria para hacer una película.
Gracias Ramón; nobleza obliga.
Leo «El padre desnudado», de Ramón Serrano Balasch. Y en el hombre desnudado que el niño Ramón contempla, veo a mi padre. El sufrimiento de mi padre, su dolor. Las historias de una guerra de la que nunca le gustó hablar.
Y veo en el hombre aquel que escuchaba la radio y reaccionaba con rabia ante el discurso de los vencedores, a mi padre, rebuscando en la vieja radio de antena Radio Pirenaica. Su esperanza imposible, que nunca se cumplió.
Mi amigo Ramón me ha traído mi niñez y la de tantos hijos de la derrota en un libro que adivino, más que una novela, un recuerdo imborrable de una España dura y gris.
Tenéis que leerla. Para que nunca se pierda la memoria del sufrimiento, del horror de una guerra y una posguerra atroces.
Gracias, Ramón, gracias por estas memorias, por esta novela que nos trae el dolor pero también la esperanza de un tiempo y una España doliente. Y del padre que nos dejó su recuerdo y su lucha.
Un escritor de casi 90 años mira hacia atrás «sin ira» y ve su vida, la de su padre, la de la propia historia de España. Esta es una deliciosa novela de Ramón Serrano Balasch, un escritor catalán que lo ha vivido todo, desde Barcelona y la Costa Brava, a Madrid y México. Todo desde su nacimiento en 1933 y su trabajo como editor, periodista y escritor. Ha publicado esta novela con 89 años (hace solo unos días cumplió 90), y he estado dando muchas vueltas a este hecho mientras la leía, así como sobre el lugar en el que publicar esta reseña, si en una revista, un periódico o las redes sociales (luego quedará en mi blog, como todo lo que escribo en las redes). Esta novela me parece una suerte de «bildungsroman», una obra de formación o aprendizaje, aunque escrita con la energía y la fuerza propias de un treinteañero, junto a una pátina de nostalgia y tristeza que quizá le haya dado el paso del tiempo y la mirada hacia atrás. En cierta medida el protagonista podría haber sido cualquiera de nosotros (Ramón me ha dedicado algunos poemas en las redes, un medio que cultiva con fruición); por eso ayer saqué esta foto en un espejo que vi por la calle, ya que iba leyendo la novela paseando, como hago en tantas ocasiones. El protagonista se llama Ramón Serrano y se confunde a menudo con las otras voces de la novela, con su padre y un narrador omnisciente. Habla del padre exiliado en la Guerra Civil y que termina en un campo de concentración en el sur de Francia y luego en otro franquista en el sur de España, en la provincia de Málaga. Lo hace a partir de una metáfora recurrente y acertada, la de un hombre desnudo y desnudado, al que le limpia la madre con jabón y una esponja de las «heridas de la guerra» y que irá limpiando el hijo mientras se desnuda y se limpia a sí mismo de una culpa que no es suya con el paso de los años y de las páginas de la vida. El Serrano escritor, y autor de esta novela, ha escrito en los principales periódicos catalanes, dirigido Cambio 16, vivido la época de esplendor literario de Barcelona, con Vázquez Montalbán, Barral, los Goytisolo, etcétera, y lo cuenta en el texto, así como las reuniones de los escritores digamos de izquierdas en el céntrico Hotel Suecia de Madrid. Acaba hablándonos de los «progres pijos» y sobre todo lo hace hablando con su madre, como si aún tuviera una asignatura pendiente con ella. En ese hotel yo también he tomado muchos tés y cafés, y desde la terraza de al lado, la del Círculo de Bellas Artes, he contemplado el cielo de Madrid y los tejados de las casas, pensando algunas veces en lo que estaría haciendo la gente debajo de ellos. Ramón nos habla siempre desde la música y el jazz. En la página 219 cita a Huxley: «Después del silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable, es la música». Por ejemplo, la de Wynton Marsalis, que le gusta mucho, como a mí, lo que nos asegura un poco después: https://www.youtube.com/watch?v=7WoGEqd9ez4 Y mientras tanto sigo levantando los tejados de las casas y de las novelas que me gustan, aprendiendo de los que han vivido más que yo y pueden enseñarme tantas cosas que desconozco.
5 comentarios en “El padre desnudado – Ramón Serrano”
Nadie ha escrito la liturgia del fracaso como Ramón Serrano, nadie. Ha disparado sobre el padre vencido, el padre desnudo, con la ametralladora de palabras de la abuela, en el trasfondo de un temblor de fusiles y banderas rojinegras, que no le abandonará ya nunca desde la primera bomba, ay aquel obús italiano maldito sea.
A Ramón Serrano siempre le fascinó el Delta y beber carolos nocturnos. Ahora está aquí conmigo en una novela espléndidamente editada y escrita con el oficio directo y dinámico de quien vivió de escribir y de lo que otros escribían, y sabe que uno no está seguro de si lo que recuerda lo vivió o se lo contaron. Lo que se dice una novela muy vivida entre la ficción y el retrato biográfico de una familia. En medio de ella y yo, un viaje desde el desencanto y la abulia al exilio pasando por un campo de concentración francés y otro franquista. Este es el fogonazo del paisaje humano que se encabrita o camina apaciguado para los dos.
Quizás fue muy pronto cuando Ramón aprendió a olfatear el olor a goma quemada y la luz mezquina.
-¿Qué ropa me pongo, madre?
Y esto dice un hombre que se va al exilio cruzando montañas. Hay un hilo rotundo entre ese hombre que un día se fue a la guerra para acabarla, y una abuela que lava al hijo para limpiar la piel que ya es la piel de un soldado. A Ramón le pesa en la memoria esto, y una noche con velas, bombas, y una vecina espiritista. Hay recuerdos que se agarran y duran hasta casi un siglo, que tienen vida más allá de las exclamaciones de un abuelo que siempre está cagándose en algo y que es muy cariñoso con los niños. Como la ceremonia de purificación del padre o la seguridad de que la guerra siempre es sucia.
Ramón Serrano en el mundo literario y periodístico ha hecho de todo, menos trampas. No estamos ante un recién llegado sino ante un hombre con historia y biografía de tinta y papel (su primer libro se publicó hace 60 años). Por eso no se extraña su manejo certero del lenguaje en una construcción literaria que pone al servicio esta vez de la narrativa, sin desdeñar sus poemas diarios que a veces son uno más uno.
He leído la novela con la devoción discreta de los asombros personales. Y enseguida he avisado a mi santa de que tiene que hacer un sitio para ella en su voracidad lectora.
El olor del miedo es insoportable. Esto lo sospecha Ramón, yo lo sé. Pero ha pasado el tiempo por Ramón y no hay en él cariño o admiración, tampoco rencor. Y es en ese preciso instante donde yo soy Ramón, cualquier lector puede ser Ramón. Y no debe descuidarse en ser Ramón, porque Ramón conoce la ruta de los sentimientos.
Llega el momento en que Ramón se sale del libro. Y aparece un narrador acostumbrado a una prosa como un río limpio y tranquilo, donde la tierra llana. De vez en cuando aparece la lucidez de Ramón como un derrame de luz sobre la historia, nuestra historia. Cuando miles de hombres dejan de ser soldados para ser prisioneros, habría que preguntarse por qué las columnas de los sublevados avanzaban muy despacio detrás de ellos. Medio millón de españoles fueron un problema para Francia. Franco no quería añadir ese problema, pronto se vio que no daba abasto fusilando 10 españoles diarios durante 10 años. Esto último no lo dice Ramón, se deduce de una sola línea que no puede pasar de largo para el lector omnívoro.
Luego, el libro ya avanza escrito a dos voces, la del padre y la del hijo. Concuerdan esas voces porque son el niño y el hombre viajando por la memoria sin tocarse, pero avisando el uno al otro de que hay que repartir los turnos. Los dos están de acuerdo: tanto en la felicidad como en la miseria aparece siempre la crueldad del ser humano.
El libro es un documental que hace presente al pasado. Y no es casualidad que Ramón Serrano, para terminar, acuda a esa oda al padre de Antígona. Una oración por el padre ayer desnudo. Cantó el gallo una vez, no hace falta que cante dos veces. Todo lo absoluto que se puede ser está aquí en “El padre desnudado”. Valentin Martin.
UN NIÑO DE LA GUERRA
Los que nacimos en la década de los 50 del pasado siglo podemos ser definidos como los últimos niños de la posguerra.
Mi generación vino a un mundo inhóspito, feo, tristemente silencioso, huidizo y temeroso… Pero muchos de aquella generación no tuvimos conciencia de la realidad hasta pasados algunos años, cuando las afueras ya señalaban desigualdades terribles que nunca llegábamos a comprender el porqué…
En cambio, los nacidos en los años 30 de aquel pasado siglo, los llamados niños de la guerra, pronto supieron el porqué de aquellas desigualdades…
Ramón Serrano Balasch es uno de aquellos niños de la guerra que tengo la fortuna de poder leer a diario en las redes sociales. Y ha publicado una novela que lleva por título EL PADRE DESNUDADO, una necesaria novela donde la ficción y la realidad van de la mano. Y es que, como ha dicho Luis Landero, “hasta la fantasía tiene su casa en la memoria”. Es más, sostengo que la realidad es tan compleja, tan diversa según quien la viva, que sólo la ficción la puede reflejar. La realidad está en un rango superior a toda ficción, tanto que una ficción sólo es una visión de aquella realidad que habita desfigurada y sesgada en nuestra memoria. Y es memoria porque el presente, la realidad es tan efímera que un segundo después ya es pasado, es decir, memoria si se recupera aquel instante… Llevada a su máxima altura, la historia sólo es ficción de una realidad que fue diversa según el historiador que la relata…
Pues bien, la novela de Ramón Serrano es una ficción de toda una vida familiar desde aquel año que vino al mundo hasta nuestros días, con la figura del padre como elemento central de la novela. Una novela, como digo, ficcionada hasta una sublime realidad reconstruida con testimonios propios y ajenos en su desarrollo coral y que configura el relato escrito con la limpieza de un lenguaje justo y necesario sin concesiones a lo ajeno de contar una historia, una vida —unas vidas— plena y repleta de honestidad personal y profesional…
Mantengo desde hace años que faltan testimonios sobre la guerra y la primera posguerra. La maldita manía de los vencedores en no reconciliarse de verdad con los perdedores, la inexplicable actitud de la derecha política española, han hecho de nuestra historia más reciente un asunto del que mejor no hablar, tapar antes de superar uno de los pasajes más tristes de nuestra historia como nación, como país, como Estado… Y es que sólo sabiendo con rigor lo ocurrido, sin rencores, podremos superar el pasado y no olvidarlo para no repetirlo… Por eso es inadmisible ver cómo el espacio público español de hoy en día siga anclado en la crispación, la falta de consensos y el disparate; como cuando entonces y aquel espacio llevó a un Golpe de Estado, a una guerra civil y a una larguísima dictadura…
El libro de Ramón Serrano viene, pues, también a restituir parte de aquella realidad que se quiere seguir tapando para no reconocer errores de todos…
P.D. Siempre he pensado que mi generación tuvo una terrible infancia y juventud; pero al cabo, nunca perdimos la esperanza de que habría un futuro mejor… Mi solidaridad para con aquella generación de Ramón Serrano, los niños de la guerra, que sí que de verdad sufrieron como nadie el terror de la maldad humana, el exilio, la cárcel, la miseria, la guerra y la más cruel condición humana: el odio… Y mi alegría infinita por ser amigo del autor que ha vivido una vida dedicada a la comunicación, a la edición y a la literatura, habiendo podido conocer y tratar a tanto talento de la literatura española de la posguerra y la transición política… Lean este libro, un libro necesario…
Enhorabuena, querido Ramón…
LA OTRA BARCELONA. Barcelona al descubierto. Barcelona en carne viva. La savia (vitalidad)de toda una vida anovelada, llena de valor, de dolor amor y nobleza, necesaria para completar la historia siempre narrada a medias. Que se lee de un tirón en un solo día; digna y tan bien narrada; fácil y necesaria para hacer una película.
Gracias Ramón; nobleza obliga.
Leo «El padre desnudado», de Ramón Serrano Balasch. Y en el hombre desnudado que el niño Ramón contempla, veo a mi padre. El sufrimiento de mi padre, su dolor. Las historias de una guerra de la que nunca le gustó hablar.
Y veo en el hombre aquel que escuchaba la radio y reaccionaba con rabia ante el discurso de los vencedores, a mi padre, rebuscando en la vieja radio de antena Radio Pirenaica. Su esperanza imposible, que nunca se cumplió.
Mi amigo Ramón me ha traído mi niñez y la de tantos hijos de la derrota en un libro que adivino, más que una novela, un recuerdo imborrable de una España dura y gris.
Tenéis que leerla. Para que nunca se pierda la memoria del sufrimiento, del horror de una guerra y una posguerra atroces.
Gracias, Ramón, gracias por estas memorias, por esta novela que nos trae el dolor pero también la esperanza de un tiempo y una España doliente. Y del padre que nos dejó su recuerdo y su lucha.
Un escritor de casi 90 años mira hacia atrás «sin ira» y ve su vida, la de su padre, la de la propia historia de España. Esta es una deliciosa novela de Ramón Serrano Balasch, un escritor catalán que lo ha vivido todo, desde Barcelona y la Costa Brava, a Madrid y México. Todo desde su nacimiento en 1933 y su trabajo como editor, periodista y escritor. Ha publicado esta novela con 89 años (hace solo unos días cumplió 90), y he estado dando muchas vueltas a este hecho mientras la leía, así como sobre el lugar en el que publicar esta reseña, si en una revista, un periódico o las redes sociales (luego quedará en mi blog, como todo lo que escribo en las redes). Esta novela me parece una suerte de «bildungsroman», una obra de formación o aprendizaje, aunque escrita con la energía y la fuerza propias de un treinteañero, junto a una pátina de nostalgia y tristeza que quizá le haya dado el paso del tiempo y la mirada hacia atrás. En cierta medida el protagonista podría haber sido cualquiera de nosotros (Ramón me ha dedicado algunos poemas en las redes, un medio que cultiva con fruición); por eso ayer saqué esta foto en un espejo que vi por la calle, ya que iba leyendo la novela paseando, como hago en tantas ocasiones. El protagonista se llama Ramón Serrano y se confunde a menudo con las otras voces de la novela, con su padre y un narrador omnisciente. Habla del padre exiliado en la Guerra Civil y que termina en un campo de concentración en el sur de Francia y luego en otro franquista en el sur de España, en la provincia de Málaga. Lo hace a partir de una metáfora recurrente y acertada, la de un hombre desnudo y desnudado, al que le limpia la madre con jabón y una esponja de las «heridas de la guerra» y que irá limpiando el hijo mientras se desnuda y se limpia a sí mismo de una culpa que no es suya con el paso de los años y de las páginas de la vida. El Serrano escritor, y autor de esta novela, ha escrito en los principales periódicos catalanes, dirigido Cambio 16, vivido la época de esplendor literario de Barcelona, con Vázquez Montalbán, Barral, los Goytisolo, etcétera, y lo cuenta en el texto, así como las reuniones de los escritores digamos de izquierdas en el céntrico Hotel Suecia de Madrid. Acaba hablándonos de los «progres pijos» y sobre todo lo hace hablando con su madre, como si aún tuviera una asignatura pendiente con ella. En ese hotel yo también he tomado muchos tés y cafés, y desde la terraza de al lado, la del Círculo de Bellas Artes, he contemplado el cielo de Madrid y los tejados de las casas, pensando algunas veces en lo que estaría haciendo la gente debajo de ellos. Ramón nos habla siempre desde la música y el jazz. En la página 219 cita a Huxley: «Después del silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable, es la música». Por ejemplo, la de Wynton Marsalis, que le gusta mucho, como a mí, lo que nos asegura un poco después: https://www.youtube.com/watch?v=7WoGEqd9ez4 Y mientras tanto sigo levantando los tejados de las casas y de las novelas que me gustan, aprendiendo de los que han vivido más que yo y pueden enseñarme tantas cosas que desconozco.