En este poemario, el amor no utiliza máscaras ni palabras huecas. Hace que la piel se enerve. Es el pebetero que enciende los besos. Besos que se funden en bocas que se anhelan, que son humedad eterna en el desierto, dónde no existe ni el reloj ni el tiempo. El amor es la palabra que brota de labios que resbalan por el ondulante vaivén de lo imposible, que se esconden entre sábanas, descubriendo formas de dos cuerpos que se funden en la tibia desnudez del vacío, que bailan a través de los versos: versos que riman sin rimar hacia el nirvana. * Coral González Vázquez